Es más fácil la autarquía, pero absurda.
Es más fácil la dependencia, pero humillante.
La independencia es más difícil, más compleja y exigente, pero vivificante. Nada nos enriquece como la independencia bien entendida, solo ella nos permite entablar relaciones de respeto mutuo con distintas personas, sociedades y gobiernos, y crecer con ellos sin dejar por eso de ser nosotros.
Sin embargo, la pregunta incómoda surge: ¿Somos realmente independientes? Tres palabras: TLC, chinos y Chavez...
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